Fragment
Quizás, quizás, perhaps
Washington, DC.
[15 de octubre de 2015]
Una contagiosa melodía cubana recorre el Salón Oriental de la Casa Blanca. Es jueves por la tarde y se supone que el presidente Barack Obama, el anfitrión, podría hacer su entrada en cualquier momento. Tendrá a solo unos metros a músicos cubanos que son leyenda, al Buena Vista Social Club . Como en ocasiones anteriores, la presentación forma parte de los eventos del Mes de la Hispanidad en Estados Unidos, pero con dos variables nuevas: Cuba pronto estará en su agenda oficial, y este es el primer grupo musical afincado en Cuba que se presenta en el Capitolio desde hace más de medio siglo. Hasta ese momento solo tres artistas cubanos radicados en Estados Unidos —la cantante y compositora Gloria Estefan; el trompetista y pianista Arturo Sandoval, y el cantante, productor y compositor cubano, Willy Chirino— habían actuado en ese espacio presidencial destinado a recepciones y eventos de protocolo.
“De Alto Cedro voy para Marcané
Llego a Cueto, voy para Mayarí” .
Tres veces se escucha el estribillo de Chan Chan, el más popular de los temas compuestos por Francisco Repilado Compay Segundo (Siboney, 1907 – La Habana, 2003). No suena con el mismo swing de un pasado cercano en el que entonaba ese son pegadizo junto a su coetáneo Eliades Ochoa. Juntos lo popularizaron como parte del Proyecto Buena Vista Social Club y, desde que lo estrenaron en abril de 1998 en el teatro Carré de Ámsterdam, y en julio del mismo año en el teatro Carnegie Hall de Nueva York, millones de personas lo saben tararear, bailar y hasta cantar con todos sus matices.
“El cariño que te tengo
Yo no lo puedo negar
Se me sale la babita
Yo no lo puedo evitar”.
La fórmula musical no es la misma. De los fundadores, solo están en el escenario Omara Portuondo (La Habana, 1930), voz y diva de la agrupación, que, como es habitual, viste sus coloridos atuendos estampados; Eliades Ochoa (Songo-La Maya, 1946), voz y guitarra, con su acostumbrado sombrero negro y una guayabera del mismo color y manga corta; Barbarito Torres (Matanzas, 1956), laudista, con traje y corbata a la usanza clásica; Manuel «Guajiro» Mirabal (Melena del Sur, 1933), que va de etiqueta, y Jesús «Aguaje» Ramos (Pinar del Río, 1951), trombonista, que luce un conjunto celeste de pantalón.
La misma magia que flotaba cuando grabaron en Cuba o actuaron en Ámsterdam y en Nueva York, bajo la batuta de Juan de Marcos González, no está extinguida, pero fluye de forma diferente. En sus inicios, De Marcos, el visionario y apasionado músico que supo aglutinar a todos los integrantes fundadores del proyecto dotó a cada una de sus presentaciones de un aura indiscutible. El aura de los músicos está grabada a fuego por la legitimidad y prestigio adquiridos desde el BVSC original, más, el influjo mágico actual está pespunteado de cierta afectación.
En primer lugar, no están todos. No está Compay Segundo, quien llegó a ser el trovador más viejo y famoso del mundo con su carismática voz segunda. No están el pianista Rubén González (Santa Clara, 1919 – † La Habana, 2003), ni el guitarrista Manuel Galbán (Gibara, 1931 – La Habana, 2011), ni el cantante Ibrahim Ferrer (San Luis, 1927 – La Habana, 2007), la cara y voz del BVSC durante muchos años. Fueron músicos brillantes elevados a estrellas tardías y, por esa misma razón, su presencia latente se nota como un peso melancólico en esta velada de Washington.
“Cuando Juanica y Chan Chan
En el mar cernían arena
Como sacudía el 'jibe'
A Chan Chan le daba pena”.
La breve presentación transcurre a sólo unos metros del Despacho Oval. Tiene un marcado carácter simbólico porque es el reflejo musical del necesario deshielo de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. El Buena Vista Social Club, representado ahora por un conjunto de pequeño formato es la primera agrupación cubana que actúa en la Casa Blanca en los últimos cincuenta y cinco años. Lo hace en pleno “Adiós Tour”, la gira mundial de despedida cuyo itinerario incluye varios países y otras ciudades estadounidenses, entre las que, por supuesto, está la influyente Miami. El jueves 22 de octubre de 2015, dos de estos cinco músicos, Aguaje y Barbarito, subirán al escenario del Adrienne Arsht Center. Actuarán junto a algunos de los jóvenes valores sumados paulatinamente a la actual Orquesta Buena Vista Social Club. Y, como otras tantas veces, triunfarán.
Hasta Washington han llegado cinco de los fundadores acompañados por un contrabajista, un percusionista y dos trompetistas. Se han hecho fotos sonrientes frente al Capitolio y saben que esta actuación representa un hito cultural con cierto peso político. Es bien sabido que los músicos cubanos poseen altos niveles de adaptación a cualquier medio y la sonoridad elegida no decepciona en un directo más que profesional. Ahora mismo, los compases de la habanera “Veinte años” —cubanísima canción de Guillermina Aramburu y María Teresa Vera — se asoman traídos por la voz melodiosa y versátil de Omara Portuondo, la “novia del filin ”. Luce un pañuelo amarillo en la cabeza, coronado por un elemento rojo que sugiere una flor. Viste de azul cielo, con una de esas batas amplias que enfatizan su herencia africana.
“¿Qué te importa que te ame,
si tú no me quieres ya?
El amor que ya ha pasado
no se debe recordar”.
Fui la ilusión de tu vida
Un día lejano ya,
Hoy represento el pasado
No me puedo conformar.
“Si las cosas que uno quiere
Se pudieran alcanzar
Tú me quisieras lo mismo
Que veinte años atrás.
Con qué tristeza miramos
un amor que se nos va
Es un pedazo del
Alma que se arranca sin piedad”.
Como uno de sus tantos guiños sorprendentes, la diva de 84 años entona parte de Summertime , sublime composición del estadounidense George Gershwin , uno de esos clásicos que mejoran con la pátina del tiempo y en cuya larga lista de versiones brillan Charlie Parker, Ella Fitzgerald, Miles Davis, Janis Joplin, Norah Jones de entre una lista casi interminable de afamados intérpretes. Omara con estirpe suficiente para sumarse a ellos, se prepara para improvisar sus primeras estrofas acompañada al piano por Rolando Luna.
En el 2009 ella convirtió esa canción en una fiesta con su versión live junto a la Japan Jazz Band. Aquí en la Casa Blanca, suaviza el Si sostenido muy consciente de que su voz es un puente firme hasta a las raíces de la cultura musical estadounidense y hasta la esencia afroamericana del propio presidente Obama.
“Summertime,
And the livin' is easy
Fish are jumpin'
And the cotton is high
Your daddy's rich
And your mamma's good lookin'
So hush little baby
Don't you cry
One of these mornings
You're going to rise up singing
Then you'll spread your wings
And you'll take to the sky
But till that morning
There's a'nothing can harm you
With daddy and mamma standing by”.
“Verano y la vida es fácil
Los peces están saltando y son buenos tiempos
el algodón está alto
Oh, tu papi es rico y tu mamá es guapa
Así que calla, pequeño, no llores
Una de estas mañanas te vas a levantar cantando
y luego extenderás tus alas y tomarás el cielo
Pero hasta esa mañana, nada te va a hacer daño
con papi y mami cerca de ti”.
Summertime prendió entre los jazzistas a finales de los años cincuenta y su eco llegó a los centros nocturnos de La Habana en los que Omara ya sobresalía como estrella indiscutible. ¿Es consciente Omara de que el creador de Summertime incorporó el coro de la canción “Échale Salsita” de Ignacio Piñeiro en la Obertura Cubana de 1932? Me pongo de tarea preguntárselo cuando la vuelva a encontrar entre las vueltas que da la vida o en la “magnitud fan” de los escenarios.
A fin de cuentas, el jazz y la música cubana tienen puntos de contacto más allá de la interpretación común de temas y versiones. Músicos de ambas orillas llegaron a crear una gama de ritmos latinos y un contexto de hibridación musical únicos. A finales de la época de oro de la música tradicional cubana —a la que remite el BVSC—, los músicos estadounidenses frecuentaban La Habana contratados por los dueños de sus cabarets y night clubs más famosos y sus ecos llegaron de voz en voz, de instrumento en instrumento al Club Social Buenavista allá por los años cuarenta.
De aquellos encuentros nacieron “descargas” antológicas entre músicos de la isla y las bandas e intérpretes de Estados Unidos de América. Fue una transmutación artística en dos sentidos porque los músicos cubanos también llegaron a Nueva York como migrantes o turistas y, con ellos, el son, el cha cha chá, la guaracha, el mambo, la rumba, la pachanga, la charanga, el changüí. Ahí están las grabaciones de Chico O’Farril, de Chano Pozo, de Mario Bauzá; está Chocolate Armenteros improvisando con su trompeta; están las orquestas de Machito, Tito Puente y Tito Rodríguez subiendo de tono el Palladium Center neoyorquino; también los ritmos de la Orquesta Riverside y de Enrique Jorrín; las sonadas “descargas” en el legendario Cabaret Tropicana de Guillermo Barreto; ahí vibran al piano Bola de Nieve diciendo “Vete de mí” y Bebo Valdés endulzando su “Con poco coco”.
Tratándose de música y de músicos, el listado sería kilométrico. La influencia recíproca entre solistas y las interrelaciones rítmicas de las orquestas latinas —cubanas y neoyorquinas—, conforman un ecosistema musical bidireccional sin precedentes. Precisamente el Buena Vista Social Club encarna los valores de aquel movimiento precursor y generador de una excelsa “sintonía” entre New York y La Habana.
La misma “sintonía” que hoy sube de tono esta especie de mini-fiesta cubana en la residencia oficial del presidente de Estados Unidos, en la que Omara Portuondo ejerce de maestra de ceremonia en un inglés latino y “sabrosón”. Algunos de los cuatrocientos asistentes comienzan a mover los pies al ritmo de lo que viene, lo conocen. Me pongo en la piel de quienes tienen el español como lengua materna bajo el cuidado artesonado de ese salón. Me abstraigo. Qué exquisita y rara paradoja resulta escuchar El Cuarto de Tula entre tanta lámpara de araña, cortinajes, retratos de ilustres personajes enmarcados en dorado y madera preciosa.
“En el barrio La Cachimba se ha formado la corredera.
Allá fueron los bomberos con sus campanas, sus sirenas.
Allí fueron los bomberos con sus campanas, sus sirenas.
Ay mamá, ¿qué pasó? ¡Ay, mamá! ¿Qué pasó?
El cuarto de Tula, le cogió candela.
Se quedó dormida y no apagó la vela”.
Para el cierre han reservado otro de los clásicos del Buena Vista Social Club, “Quizás, Quizás, Quizás”, de Osvaldo Farrés , músico que nació en Cuba y murió en Estados Unidos. Otro gesto. Flashes, Flashes, smartphones en alto, dolbys temblorosos de emoción. Fotos, fotos, fotos para atrapar el momento, para congelarlo. Es una canción elevada a himno popular y los experimentados músicos cubanos lo saben. Con las palmadas finales queda una sensación agradable flotando en el ambiente y cierta certidumbre de que estos acordes comunes marcan un antes y un después en el subconsciente colectivo de los cubanos —de dentro y de fuera— respecto a la Casa Blanca.
“Siempre que te pregunto,
qué, cuándo, cómo y dónde,
tú siempre me respondes;
quizás, quizás, quizás.
Y así pasan los días,
y yo, ay, desesperando, y tú, tú contestando;
quizás, quizás, quizás”.
Es un paréntesis sonoro en el diálogo sordo que durante cincuenta y cinco años ha primado entre los dos países en torno al bloqueo económico —principal escollo en la solución de un conflicto— que, incluso, afecta a los propios músicos que hoy deleitan a los invitados del presidente de los Estados Unidos de América. Es como si todas esas complejas relaciones estuvieran siendo retratadas. Estos veintiún minutos de música cubana made in Cuba se proyectan, con cierta anticipación, como una metáfora en el contexto de las nuevas relaciones entre Cuba y Estados Unidos, en las que han comenzado a producirse contactos de intercambio cultural y educativo de gran impacto mediático.
“Estás perdiendo el tiempo,
pensando, pensando;
por lo que más tú quieras,
hasta cuándo, hasta cuándo.
Y así pasan los días,
y yo, ay, desesperando,
y tú, tú, tú contestando;
quizás, quizás, quizás”.
Paroxismo colectivo con aplausos de por medio y “another one, otra, otra…” El presidente Barack Obama debió haber estado disfrutando del breve concierto a través del circuito cerrado de televisión; —¿y echándose un pasillito?— porque llegó al final de la última canción y los esperó en una sala contigua, donde los saludó en privado antes de dirigirse a los asistentes.
—¡Bienvenidos a la Casa Blanca! —exclama Obama en español para dar la bienvenida a los invitados y a los cinco miembros del BVSC, agrupación ganadora del Grammy Award for Best Traditional Tropical Latin Album, en 1998 y de otros tantos premios internacionales.
—Durante casi dos décadas —dice Obama—, este grupo ha sido un símbolo de los fuertes lazos entre el pueblo estadounidense y cubano, lazos de la amistad y de la cultura y, por supuesto, de la música.
—Cuando salió el documental sobre Buena Vista Social Club, hacia 1998, me compré un CD. Para los que sean demasiado jóvenes para recordarlo, era una cosa redonda—, recuerda Obama durante su intervención ante la presencia de los músicos.
—Espero verme tan bien como ustedes dentro de unos pocos años—, bromea el presidente.
Más flashes, fotos, fotos, fotos; “quizás, quizás, quizás”; one more time “perhaps, perhaps, perhaps” y una certeza: Al Buena Vista Social Club no hay reto ni puerta que se le resista desde que en 1996 grabaron el best-seller internacional más exitoso de la música que se hace en uno de los países de mayor riqueza musical del mundo: Cuba.
×